25 de enero de 2011

Rapunzel

La última película que he visto ha sido "Enredados" (Tangled), la versión de Disney de Rapunzel, la creación literaria de los hermanos Grimm. Es una película divertida, entretenida y con un diseño gráfico que me encanta.

Y puesto que la película me ha gustado tanto, esta mañana me he leído el cuento de los hermanos Grimm en su versión inglesa (recordemos que los hermanos son alemanes). No puedo decir que no me esperara la decepción, pero una vez más, la adaptación supera al original. He de añadir, por si hay algún amante de los hermanos Grimm, que los cuentos infantiles y yo no nos llevamos demasiado bien, y si además añadimos argumento del estilo de cortarle la cabeza y las patas a un zorro para que se convierta en humano... bueeeno... (no, eso no sucede en Rapunzel, gracias a Dios).

El caso es que no puede haber más divergencia de argumento. En el cuento de los hermanos Grimm el hijo de un rey encuentra a Rapunzel en su torre y le pide matrimonio. Ella accede con una condición: puesto que no sabe cómo salir de la torre, tendrá que traerle cada día un trozo de tela con el que tejerá una escalera para bajar e irse con él. La bruja que la tiene allí atrapada se entera y una serie de penalidades después (incluidas pinchas en los ojos del hijo del rey...), fueron felices y comieron perdices.

La Rapunzel de la película, sin embargo, no tiene problemas para salir de su torre cuando un ladrón por casualidad entra en su torre y lo convence, a cambio de devolverle la corona robada, de que la lleve al mundo exterior.

¿Y si podía por qué no salía? Pues brevemente diré que la anciana que había robado a Rapunzel de sus padres (los reyes de un feliz reino) la había criado como su madre y la había convencido de que el mundo exterior era peligroso porque había gente que quería su pelo mágico, capaz de sanar a las personas y de mantenerlas jóvenes. Pero aun así, Rapunzel quería ver el exterior, y más todavía, ver las lámparas que los habitantes de su reino lanzaban al cielo la noche de su cumpleaños por si un día la hija perdida de los reyes las veía y regresaba (aunque ella no sabe eso, claro).


Sea como fuere, Rapunzel emprende el viaje acompañada del ladrón y de su amigo el camaleón, aunque en el camino le esperan muchos contratiempos que salvará, en muchos casos, con su inocencia. No contaré nada más para que si decidís verla, disfrutéis como yo lo he hecho.

Y con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho... (o quizá pasado, quién sabe). ¡Cuidaos!

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